jueves, 14 de diciembre de 2017

Viaje a Sevilla: Prado del Rey-Villamartín-Sevilla (El Noticiero de la Sierra)

Una delicia de artículo extraído de El Noticiero de la Sierra el que traemos hoy. La visión de un cronista-viajero, que en la primavera de 1916 sale en una diligencia de Prado del Rey (Cádiz) con destino a Sevilla: «Temprano, muy tempranito subimos en el auto. Trepidaba con vertiginosa rapidez. Las curvas de la carretera, parecían líneas onduladas, que pudiera decir algún geómetra». A su llegada a Villamartín, realizó la siguiente descripción de nuestra localidad, un canto al pueblo y a sus hermosas mujeres. También una llamada al penoso estado de sus comunicaciones y al del carruaje. Es una nítida imagen de situación del Villamartín de hace un siglo. Transcribo la parte del artículo dedicada a Villamartín al que Pedro Sánchez le ha añadido algunas imágenes de sus archivos de esa época. La crónica está firmada por R.R., posiblemente el director del periódico Ángel Romero Ruescas.

Juan Jesús Portillo Ramos



«Llegamos a Villamartín, a la hermosa villa; a la productiva y rica capital de la Sierra. ¡Oh, Villamartín! Es una población llamada a resplandecer, a surgir de su postración, a florecer como la fragante violeta, a ocupar el sitio que le corresponde por su categoría, por sus industrias, por su comercio, por su agricultura; en fin, Villamartín, saldrá del ostracismo en que hoy se encuentra sin saber por qué.

»Visitamos algunas calles y aunque vimos circular ganado cabrío por sus aceras, en contra de las leyes de policía urbana y de higiene, tiene su compensación por el bonito mercado de abastos, limpio e higiénico; magnífico ayuntamiento; amplia y elegante plaza constitucional y valiosos edificios.

»Y la joya de inapreciable valor, es, las buenas mujeres que allí se crían: bonitas, simpáticas, de senos grandes y ambarinos y de un aire marcial, coquetón y subyugante…

»La empresa de carruajes para Las Cabezas de San Juan nos proporciona un vehículo que ha dado más zumo que el limón metido en prensa. El carruaje era capaz para cuatro personas, fuimos seis… ¡qué le importan las incomodidades nuestras a ella!...
»Los asientos sucios y rotos; las lonas servirían para cribas ¡cinco pesetas el asiento!

»Las aguas del Guadalete sonreían dulcemente por las piedras, ocultándose por las ruinas del puente. Un extranjero que viera más de dos años ha, un puente como el de Villamartín hundido, sin poder tener comunicación ni comercio, ni desarrollar sus industrias con perjuicio notable de los intereses generales de esta sierra, pondría el grito en el cielo y calificaría a nuestros gobernantes de malos administradores y a los pueblos que tan pacífica y resignadamente padecen en el mutismo, las consecuencias que consigo lleva dicho mal, les dirían que eran pueblos sufridores e inconscientes…

»Haciendo un paréntesis en esta crónica, rogamos a Sr. Jefe de Obras Públicas de la provincia nos diga que hace o ha hecho con las cantidades libradas para su reparación. El tiempo cruza veloz, las obras no comienzan y de día en día, el resto del puente se desmorona e irroga grandes perjuicios a esta comarca.
»Un joven, de trato afectuoso y cortés, don J.R.T., que en unión de tres Sras. y una Srta. acompañaban al cronista, iba cabizbajo, pensativo, lanzando de vez en cuando suspiros profundos, suspiros nacidos en lo recóndito del alma… lo miramos con insistencia, como queriendo penetrar en el secreto de su abatimiento, hicimos algunas preguntas y dedujimos su causa. ¡El amor! Dejaba a una Dulcinea blanca como una paloma y hermosa como una flor… Ese volcán opaco y recóndito que enciende las almas de la primavera del querer, había momentos antes producido un desequilibrio fisiológico en su organismo sensible…
»Dirigía su mirada al pueblo, al campanario, al cielo, a la ubérrima vegetación, como poniendo por testigo el cumplimiento y juramento de su amor… ¡Qué feliz serán esas dos almas el día que el manto del matrimonio cubra sus cabezas!
»Tales reflexiones hacía el cronista cuando fueron interrumpidas por una sonora risotada de las femeniles viajeras. ¡La latita de miel! Una latita de miel que conducía una Sra. de fisonomía fresca y sonrosada, se había derramado en el pavimento del coche; por sus hendiduras cayó al suelo, no sin antes haber bañado las suelas de los zapatos que a la vez que se endurecía hacía presión en el piso del coche, pudiendo decir “quedamos presas de pies en él...”»

Acaba su crónica R.R. quejándose del coche que le trae de regreso («peor que el primero») y con palabras de alago, entiendo que dirigidas a Prado del Rey: «Tras largas horas salimos con dirección a esta villa diminuta, pero blanca como el jazmín; arrogante como una azucena y pacífica como la soledad».




©del texto, Juan Jesús Portillo Ramos y el Noticiero de la Sierra.
©de las imágenes, lo señalado en cada una de ellas.

©de la publicación, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».

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